DIVULGACIÓN
En este tiempo de confinamiento se han sucedido muchas iniciativas de gastronomía solidaria donde han colaborado, de manera altruista, muchos profesionales y empresas del sector agroalimentario y gastronómico. Este ha sido el caso de Alicante Gastronómica Solidaria, impulsada por la Diputación, la Cámara de Comercio, Turismo Comunidad Valenciana y la Institución Ferial de Alicante (IFA) (https://www.diarioinformacion.com/alicante/2020/04/ 20 / alicante-gastronómica-solidaria-entrega-4000 / 2257122.html). Pero estaría bien que en este ejercicio de ir pensando en qué cosas habrá que corregir, cambiar o mejorar para hacer frente a la crisis de la COVID-19 y sus consecuencias, profundizasemos un poco más en esa dimensión solidaria que hay que otorgarle a la gastronomía, a través del compromiso del sabor. Lo apuntábamos en un post anterior cuando hablábamos de gastronomía sostenible y la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): el derecho a comer lo que tenemos que comer y disfrutar haciéndolo -en definitiva, la esencia del hecho gastronómico–, tiene que estar al alcance de todos. Para hacerlo efectivo debemos ser capaces de conjugar el saber, el querer y el poder. En la Comunitat Valenciana, aunque queda margen de mejora, disponemos de todos los ingredientes (tradición y recursos materiales y humanos) para hacer patente ese saber de los sabores que representa la gastronomía. Tenemos el conocimiento y también la capacidad de hacer efectiva su transferencia a través de lo que conocemos como I+D+i. Son las otras dos dimensiones, la de lograr un amplio consenso sobre la importancia que hay que otorgar al hecho de comer bien y disfrutarlo, o el de eliminar todas las barreras (económicas, culturales, etc.) que lo impiden, las que necesitan de más esfuerzos y donde mejor se puede hacer visible la vertiente solidaria de la gastronomía. Para crear la demanda y formar ciudadanos críticos, será necesario intensificar las iniciativas públicas en materia de educación -formal e informal– en alimentación, nutrición y gastronomía, además de enseñar a cocinar. Tiene que ser un trabajo multidisciplinario donde participan todos los actores involucrados en el hecho alimentario-gastronómico, pero con un protagonismo destacado de cocineros/as, gastrónomos/as y dietistas-nutricionistas. El papel de la restauración colectiva en todas sus dimensiones y características es fundamental y en particular, cuando hablamos de alimentación institucional en los entornos educativo, geriátrico y hospitalario. Quedaría el tercer elemento, hacer accesible a todas y todos una gastronomía sabrosa, saludable y sostenible. Estos días se está hablando mucho de la renta vital básica, pero esta medida servirá de poco si al mismo tiempo no avanzamos en la corrección de las desigualdades y mejoramos la igualdad de oportunidades, también en materia de alimentación y gastronomía. Hacerlo a través de políticas públicas, el mejor de los instrumentos para reducir las primeras y ampliar las segundas. No se trata de llenar barrigas, sino de alimentar personas. No vale cualquier alimento. Se debe garantizar el acceso a lo que llamamos ‘alimentos protectores ‘, aquellos que permiten obtener una nutrición adecuada y que no siempre están al alcance de todos los sectores de la población y en particular de los más vulnerables. Las políticas alimentarias tienen que asegurar que lo que se acaba poniendo encima de nuestros platos incorpora tanto la calidad alimentaria y nutricional como la gastronómica. Si logramos avanzar en esa dirección, además de mejorar la salud y el bienestar de nuestros ciudadanos, estaremos aportando un valor añadido a la oferta que podemos hacer, por ejemplo, en materia de turismo gastronómico.
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