DIVULGACIÓN
Más allá de las percepciones de cada cual, es evidente que en términos generales la gestión de la pandemia está siendo muy deficiente y en algunos casos esperpéntica. Pero el hecho de que un científico y un profesional de la salud de prestigio y solvencia demostrada, presente la dimisión cuarenta y ocho horas después de haber sido nombrado portavoz del Comité COVID que habían pactado el gobierno español y el de la Comunidad de Madrid, se ha convertido en toda una prueba de carga del deterioro al que estamos llegando. La situación es muy complicada y todo apunta a que lo será todavía más en las próximas semanas y meses. No se trata de ser negativos o apocalípticos, se trata decir basta, asumir nuestro derecho como ciudadanos y ciudadanas para ser críticos y pedir a quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones, que lo hagan ya y que, como se ha dicho de manera reiterada, lo hagan escuchando a los expertos. Que se olviden de esos asesores nombrados a dedo, de los cargos de confianza que están más pendientes de la imagen de su político/a que de aquello que debería de ser el objetivo prioritario de unos y otros: pensar en el bien común y más cuánto está en juego la salud de muchos ciudadanos y ciudadanas, sin olvidar las consecuencias socioeconómicas y de todo tipo que puede comportar no gestionar adecuadamente la pandemia. El listado de tareas pendientes es por desgracia demasiado largo, empezando por la negativa inexplicable de no haber aceptado una evaluación independiente de la gestión que se está haciendo de la crisis de la COVID-19 y acabando en esa continúa improvisación que está presidiendo muchas de las decisiones. No es tan complicado intentar hacerlo bien, solo hay que preguntar a los que conocen el comportamiento epidemiológico de la dolencia y cómo abordarla o a esos abnegados sanitarios que están todos los días en la trinchera y que conocen de primera mano cuales son las carencias y las urgencias. Al mismo tiempo deben tener la voluntad y asumir el compromiso político de hacer todos los esfuerzos para poner los recursos y los medios disponibles al servicio de lo evidencia científica y no al servicio de estrategias y maniobras que buscan una rentabilidad política más o menos inmediata. No vale aquello de que el tiempo los juzgará y los pondrá en su lugar. Es mucha la gente que se puede quedar en el camino y esto no lo podemos consentir. ¿Dónde están esas promesas de que se iba a fortalecer el sistema sanitario y en particular la salud pública, la vigilancia epidemiológica, la atención primaria o los dispositivos asistenciales que afectan al más mayores? ¿Dónde están las medidas encaminadas a evitar las desigualdades en los efectos de la pandemia que ya se pusieron de manifiesto en la primera oleada y que ahora se están acentuando? ¿Dónde está el ejercicio noble de la política? Quizás resulte oportuno recordar las palabras de Joan Fuster, la política o la haces o te la hacen. Vamos a hacer política y vamos a pedir a nuestros políticos que reaccionen, que rectifiquen si lo tienen que hacer, que actúen, como decimos los valencianos, con ese “trellat” que comporta básicamente el sentido común.
© Josep Bernabeu-Mestre. Catedrático de Historia de la Ciencia. Director académico de la Cátedra Carmencita de Estudios del Sabor Gastronómico i del Centro de Gastronomía del Mediterráneo UA-Dénia. Universidad de Alicante
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